Cuando sonó el despertador, se hizo la dormida. La noche anterior había estado hasta tarde en el ordenador y quería evitar a toda costa el interrogatorio matutino.
En la cocina ya no se oía el ruido de tazas y cucharillas, así que pensó que estaría en el baño. Quería
muchísimo a ese hombre, aunque malas experiencias anteriores no le dejaban demostrárselo como él quisiera.
Al oír el sonido del agua en la ducha, se acercó y tocó a la puerta a la vez que preguntaba:
-puedo pasar?
-claro, entra - contestó él desde dentro.
La cortina estaba corrida, pero por detrás de ella pudo adivinar la silueta del cuerpo desnudo de él.
Como le gustaba! Sintió un pícaro escalofrío de placer...
Se bajó el pantalón del pijama y se sentó en el inodoro. El oía lo que estaba ocurriendo y sonrió al pensar lo que venía después. Le ponía a cien ver como se secaba y separó un poco la cortina para poder
verlo. Ella sabía que le estaba mirando y por eso puso muchísimo cuidado en todos sus movimientos.
Cogió el paquete de toallitas y el ruido que hizo al abrirlo hizo que la polla de él empezase a animarse, sacó una y empezó a pasársela despacio por el coño mientras le miraba a los ojos invitándole a no perderse ni un detalle.
El abrió la cortina del todo y empezó a masturbarse despacio y ella se giró un poco para quedar de frente, abrió bien las piernas y separó los labios con dos dedos dejando aparecer su clítoris dispuesto a disfrutar.
Con la otra mano empezó a estimularlo a la vez que se pasaba la lengua humedeciéndose la boca en una provocadora invitación.
Llevaba una camiseta blanca y tenía los pezones tan duros que él le pidió que entrase a la bañera con él. Quería lamérselos, tocárselos, pellízcárselos y darles suaves mordiscos...
Ella soltó una sensual carcajada y no se hizo de rogar.
Se quitó los pantalones y se metió en la ducha.
El agua empapó enseguida la camiseta poniendo de relieve sus pechos. El los agarró con las dos manos y los sobó con insistencia, mientras le daba un jugoso beso en la boca, metiéndole la lengua y restregándose la polla, ahora ya dura y caliente, por su cuerpo.
Ella la cogió con una mano y empezó a menearla con firmeza pasándole las uñas de la otra suavemente desde la nuca hasta la rabadilla y otra vez hacia arriba. A él le encantaba esa sensación, le ponía los pelos de punta y añadía más excitación a todo su cuerpo.
Metió las manos por debajo de la camiseta y tiró de ella hacia arriba para quitársela, le besó el cuello, le mordisqueó la oreja y se arrodilló para meterse primero uno y luego el otro los dos pechos en la boca, mamándolos como si fuese un bebe hambriento. Ella le tenía abrazado y se frotaba el pubis por su cuerpo no queriendo perder ni un ápice de esa sensación que le hacía estar como en una nube.
Cogió el gel y se echó una cantidad en la mano, el aroma a té verde y limón hizo que los dos aspirasen aire a la vez como si eso les diese energía para seguir. Empezó a enjabonarle todo el cuerpo y él hizo lo mismo.
Cuando llegaron cada uno al sexo del otro pasaron largo rato acariciándoselo, pasando luego al culo y volviendo al coño él y a la polla ella. Estaban con las bocas fundidas como si se tratase de una sola, comiéndose los labios, la lengua y besándose al mismo ritmo que se acariciaban. La excitación estaba llegando a un punto que de seguir así los dos se hubiesen corrido ya, pero querían disfrutar mucho más. Por eso ella le propuso aclararse y seguir fuera, en el suelo.
Se juntaron para ponerse justo debajo del chorro de agua y el jabón corrió por sus cuerpos calientes desde la cabeza hasta los pies.
Ella estaba apoyada con la espalda en el pecho de él y notaba su polla en su culo, la agarró sin darse la vuelta con las dos manos y empezó a darle movimientos a un ritmo que hizo que él gimiese de placer, lo que hizo que ella se girase y de rodillas se metiese el capullo en la boca, besándolo primero y pasándole la lengua después.
Le encantaba lamerlo como si fuese un helado y no escatimó en lametones desde la base de los huevos hasta el capullo y vuelta. Hacía esto tres o cuatro veces y se la metía entera en la boca comiéndosela y moviéndosela dentro mientras acariciaba su culo y sus huevos indistintamente. El la agarró suavemente del pelo para que ella levantase la vista y poder ver la mirada de vicio que ponía cuando le estaba haciendo una mamada.
Le cogió por los brazos y le puso de espaldas a él con las manos apoyadas en la pared y le empujó hacia fuera para ponerle el culo en pompa. Ahora le tocaba a él, le separó las nalgas y le acarició el coño desde atrás con una mano mientras le besaba los muslos y le pasaba la lengua por ellos, sintiendo como le temblaban de placer.
Le metió un dedo en la vagina notando lo empapada que estaba y se la empezó a comer, lamiéndole el clítoris y metiéndole la lengua como si se la estuviese follando.
Ella gemía como nunca y a él eso le estaba poniendo más que a cien, pero quería alargar ese momento más y por eso a pesar de las protestas de ella, paró un momento y salió de la bañera invitándole a ella a hacer lo mismo. Cogió una toalla grande y la echó en el suelo del pasillo, le puso a cuatro patas y después de pasarle la polla por el culo y por el coño varias veces para recuperar el punto de excitación le metió la punta por el primero con suavidad, moviéndola despacio y sintiendo como ella se quejaba con placer, a la vez que le estimulaba el clítoris con una mano y le pasaba la otra acariciando la espalda.
Estuvieron así un rato, y el sacó la polla del culo y le dió a ella la vuelta y la tumbó en el suelo, le dobló las rodillas y le separó las piernas para poder hundir bien la cabeza entre ellas volviendo a comerle el coño mientras le acariciaba los pechos y le pellizcaba los pezones.
Comprendiendo que ella ya no aguantaría mucho más, se esmeró en la comida y movió su lengua dentro de ella a un ritmo que le hizo viajar al séptimo cielo, dentro, sacándola para lamerle el clítoris y dentro otra vez. Así hasta que sintió que ella intentaba cerrar las piernas en señal inequívoca de que el orgasmo estaba por llegar.
Le colocó los pies encima de sus hombros y metió su polla en la vagina empapada y a punto para recibirla. Empezó a menearse dentro de ella y ella comenzó a moverse al unísono con movimientos tan acompasados que parecían un solo cuerpo.
El sabía que a ella le gustaba besarle durante el orgasmo, por eso le bajó las piernas, se tumbó encima sin dejar de moverse, la agarró por la nuca y le besó metiendo la lengua hasta la garganta, le miró a los ojos y supo que había llegado el momento.
Se corrió dentro de ella mientras ella gimiendo y retorciéndose de placer, hacía lo mismo...