Era martes por la noche y estaban en la temporada de la sidra. Su mejor amigo tenia un bar asador al que solían ir a menudo a cenar y que se la conseguía a un precio muy especial.
Por la mañana les había avisado que su media docena de cajas ya habían llegado y que podían pasar a recogerlas cuando quisieran. Los miércoles cerraba por descanso semanal y por eso hoy era el mejor día para ir porque podrían comer algo y quedarse luego hasta tarde en la parte de abajo jugando al billar, los dardos o echando unas partidas al mus.
Habían quedado en llegar hacia las diez y cuando llegaron se acercaron a la barra para esperar a que su amigo pudiese unirse a ellos .El comedor estaba prácticamente lleno así que cenaron en uno de los reservados y se pusieron los tres al día de los últimos acontecimientos y novedades en sus vidas.
Les pilló de sorpresa la noticia de que iba a ser padre y abrieron una botella de champán para celebrarlo. Hacía muy poco que se había casado y eso también había sido un bombazo en su momento. Estaban muy contentos de verle feliz porque en los últimos meses lo había pasado mal hasta que conoció a su ahora flamante esposa.
Como siempre, habían cenado de maravilla, tomaron el postre y estaban haciendo los cafés cuando el último de los camareros y la cocinera vinieron a decirles que se iban ya. Y entonces su amigo les comentó que él también se iba a marchar, porque andaba medio griposo y no quería llegar muy tarde, pero que ellos podían cerrar y quedarse el tiempo que quisieran. Podían llevarle las llaves al día siguiente por la mañana a su casa.
La idea les pareció estupenda y dijeron que sí. Se despidieron y él les acompaño a la puerta para una vez se fueron cerrarla por dentro. Cuando se quedaron solos decidieron cambiar los ca fes por un té de hierba y bajaron a la barra de abajo para hacerlo.
Apagaron todo arriba y así desde fuera el sitio parecía cerrado. Encendieron las dos estufas y se relajaron. En la cadena musical estaba sonando una grabación en directo de un concierto de Sabina, el cantautor preferido de ella. Siempre decía que Sabina era un poeta de la vida y él le hacia rabiar diciéndole que había muchas canciones que parecían inspiradas en ella. Empezarían por una partida de billar.
Para hacerlo mas emocionante él propuso apostar algo y ella echándose a reír se acercó a él y dándole un suave beso en los labios le dijo:
- stripbillar, vamos a jugar al stripbillar.
A él sin duda la propuesta le excitó, sabia lo que eso suponía porque en casa solían hacerlo con el parchís y llevando la mano de ella a su paquete así se lo hizo saber.
Eso hizo que el dulce beso se transformase en un intenso morreo, entrecruzando las lenguas y mordisqueándose el uno al otro los labios.
Estuvieron unos minutos besándose y sobándose por encima de la ropa lo justo, pero lo suficiente para ponerse a tono. Ella le estaba pasando una mano por el culo y con la otra iba aumentando el tamaño de su polla con movimientos envolventes y él se dedicaba por entero a sus pechos, primero por encima del jersey y poco a poco fué deslizando las manos por debajo de éste para sentirlos mejor y comprobar como los pezones se estaban poniendo duros. Esa sensación le hizo estremecerse y agarrándole por la nuca la acercó más a él a la vez que aumentaba la intensidad de los besos empezó a restregarse contra su cuerpo.
Ella se dió cuenta de que él se estaba poniendo a cien y como no quería perderse nada del juego, fué separándose poco a poco mientras le decía:
- vamos a poner las reglas.
Echaremos a cara o cruz quien empieza y luego cada vez que uno meta bola, el otro se quita una prenda y le toca una parte del cuerpo que tenga ya desnuda.
- de acuerdo, contesto él. Prepárate. Ella hizo un divertido gesto contando las prendas que más o menos llevaba cada uno y él al darse cuenta, quiso hacer una aclaración:
- no vale ni el reloj, ni pendientes, ni anillos...
Y el calzado y los calcetines hacen los dos una vez.
Ella sonrió y contesto:
- de acuerdo.
Echó la moneda al aire y salió cara.
- Yo empiezo.
Colocaron las bolas y cogieron los tacos. Ella estaba pasando la tiza por el extremo del suyo y él la estaba mirando.
Estaba pensando que hasta ese simple gesto resultaba sensual y excitante en ella cuando el sonido del chocar de las bolas entre si le anunció que la partida estaba en marcha. Entraron dos bolas lisas en el primer golpe, así que para el quedaban las rayadas.
Habían quedado que esta tirada no contaba, así que nadie se quito nada, pero ella al pasar por delante de él para coger posición y seguir tirando empezó a juguetear besándole y frotándose contra él manteniendo así el ambiente cálido y excitante.
El por supuesto le seguía gustosamente el juego. Volvió a tirar, esta vez entró una bola, así que él tenia que desprenderse de algo. Se quitó el jersey.
Debajo llevaba una camiseta que ella le había regalado en su ultimo cumpleaños. Era de manga corta, así que la caricia se la dio en los brazos, pasándoles las manos por ellos muy suavemente rozando casi las cosquillas lo que hizo que a él le recorriese un placentero escalofrío por todo el cuerpo.
Luego le agarró sus manos y puso las palmas hacia arriba y chupándose uno de sus dedos se lo pasó por ambos antebrazos desde las muñecas hasta los codos. El se dejaba hacer pensando que parecía la caricia de una pluma y que nunca hubiese creído que un simple recorrido por esa zona pudiera hacerle sentirse así.
Ella terminó el jugueteo y alejándose despacio se dispuso a volver a tirar. Esta vez falló.
-Te toca, le dijo, tirándole un beso.
- Jaja, ya no tocas bola, le dijo él sonriendo. Tiró y entró.
Ella empezó a descalzarse y él se fue acercando para hacerle la caricia, pero en lugar de eso colocó su mano en la entrepierna y empezó a moverla sobándole el coño por encima del pantalón.
-Tramposo, empezó a protestar ella, pero él la agarró y le empezó a besar con tanta intensidad que ella no se pudo resistir. Estuvieron besándose y tocándose un rato y el empezó a quitarle el jersey. Ella le dijo que eso no valía que no había metido bola, y él cogiendo una con una mano la metió en la tronera que tenía más cerca.
- Ya está, ahora tienes que quitarte otra. Ella se quitó el jersey divertida sabiendo que la partida como tal había acabado casi nada más empezar y él mientras cogía otra bola al azar y mirando si era lisa o rayada , la metía. Se quitaban la ropa por orden dependiendo de que bola fuese sin dejar de besarse y tocarse el uno al otro. Cuando él estaba en gayumbos y a ella aún le quedaban los vaqueros y las bragas él la cogió en brazos y apartando las bolas del centro de la mesa, la tumbó boca arriba tumbándose él encima.
Le estaba besando el cuello y los hombros a la vez que le acariciaba los pechos y le separaba las piernas con su rodilla, le soltaba poco a poco el pantalón. Ella se dejaba hacer, estaba muy relajada, se le notaba en los gemidos suaves y rítmicos. Cogió una de las bolas que tenía cerca y comenzó a pasársela a él por la espalda a modo de masaje. El terminó de quitarle los pantalones e hizo lo mismo pero en las piernas, desde los tobillos hasta las ingles, haciendo amagos también alrededor del pubis por encima de las bragas. Estas estaban ya muy mojadas lo que hizo que él metiese sus dedos por un costado y le tocase el clítoris suavemente primero y más deprisa después, los gemidos de ella fueron en aumento según el iba bajándole las bragas y besándole los muslos y pasándole la punta de la lengua suavemente. Le acarició el coño mientras subía la cabeza besándole las piernas y cuando estuvo a su altura empezó a lamerlo despacio primero aumentando el ritmo poco poco a la vez que ella arqueaba la espalda y separaba las piernas en una provocadora invitación a que se lo comiese todo.
El lo entendió a la perfección y no se hizo de rogar, separó los labios con los dedos humedecidos en el flujo de ella para estimular el clítoris y metió su lengua en la vagina haciendo movimientos circulares. Con la otra mano acariciaba y pellizcaba los pezones duros y en punta con lo que el primer orgasmo de ella no tardaría en llegar. El conocía a la perfección cuando llegaba ese momento, lo había disfrutado muchísimas veces y los gemidos eran inconfundibles, así que estaba decidido a hacerle gozar hasta la extenuación. La lengua trabajaba cada vez más deprisa y los dedos se alternaban con ella para recorrer sin pararse la zona que en ese momento estaba libre.
Al cabo de unos minutos ella le agarró la cabeza con las dos manos como empujándola hacia el interior y sus muslos se pusieron a temblar de placer cuando todo su cuerpo alcanzo el clímax. Mientras ella se corría el mantenía el ritmo de lo movimientos para que ella no perdiese ni un ápice de la excitación. Cuando los gemidos fueron terminando el alcanzó su boca para besarla y la tumbo de costado de forma que quedaban tocándose la espalda de ella con el torso de él, le levantó la pierna que quedaba encima y empezó a juguetear con la polla en el culo de ella, lo dilató un poco con los dedos y metió el capullo dentro, ella dió un pequeño gemido de dolor pero enseguida fue de placer al sentirla moverse dentro. Le acariciaba los pechos y ella se tocaba el clítoris después de haberse humedecido los dedos metiéndoselos a él en la boca.
Las pocas bolas que quedaban en la mesa se movían al ritmo de ellos como si quisieran también participar en el momento. Cuando él estaba a punto de correrse saco la polla del culo de ella se puso de rodillas y le levantó estirándole de un brazo ella abrió la boca y agarrándola con una mano se la metió dentro moviéndola de arriba a abajo rápidamente y sacándola para lamerla en todos los sentidos, capullo, polla y huevos. Lo hizo varias veces hasta que él le dijo que había llegado el momento. Entonces se la comió durante un rato para sacarla después y dejarla correrse en su cara.
Cuando toda la leche le inundó y el estremecimiento de él se fue calmando, se puso a la altura de su boca, le besó y dijo:
-Fin de la partida...